
Suenan a lo lejos los cencerros, y vemos aparecer un rebaño de vacas. Vuelven a casa tras pasar el verano en la sierra de Gredos.
Abre el pastor el camino, sus zapatos llenos de polvo, una vaca se despistase para a beber agua en la fuente (¿Buscará el norte?)
otra no quiere carretera y como una peatona viene caminando por la acera de la churrería.
Tienen que volver al rebaño, un silbido y el perro corre a llevarlas por buen camino con decisión y sigilo.
Los chotillos caminan cansados al lado de las madres.
¡Qué bonitas son estas estampas de unas tradiciones milenarias!
Trashumancia: Caminando, siempre en continuo movimiento. Como la vida misma.

El rebaño continúa, nunca espera
Todavía queda mucho por andar.
Ya se van los pastores a la Extremadura,
ya se queda la sierra triste y oscura.
Ya se van los pastores, ya se van marchando
más de cuatro zagalas quedan llorando.
Ya se van los pastores hacia la majada,
ya se queda la sierra triste y callada.
Ya se van los pastores, volverán cantando,
los amores que dejan ahora llorando.
Tradición y costumbres de Extremadura
Las primeras normas escritas sobre la trashumancia datan del reinado de Eurico, en el año 504. Hablamos de una práctica milenaria, ancestral, casi mágica, que además de animales, trasportaba con sus pastores saberes y palabras.
Cañadas, cordeles y veredas, un maravilloso sistema arterial para el territorio, son el lugar clave y único de paso para los pastores y sus animales, igual que harían oxígeno y nutrientes en nuestra sangre.
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